Oración 24-7
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Parte 45 de 46
Hoy es sábado, 16 de abril: Sábado Santo.
Ahora, al iniciar mi tiempo de oración, hago una pausa para estar quieta; para respirar lentamente, para re-centrar mis sentidos, que se encuentran dispersos, delante de la presencia de Dios.
Jesús, Tú eres el camino, la verdad y la vida. A través de esta época de Cuaresma, mientras medito en tu Santa Pasión, que mi amor sea reavivado, para que pueda vivir sacrificada y enteramente para Ti.
Hoy escojo tener esperanza en la redención de Dios, uniéndome a la alabanza ancestral de todo el pueblo de Dios en las palabras del Salmo 130:
Yo cuento con el Señor;
Salmo 130:5-8 (NTV)
sí, cuento con él.
En su palabra he puesto mi esperanza.
Anhelo al Señor
más que los centinelas el amanecer,
sí, más de lo que los centinelas anhelan el amanecer.
Oh Israel, espera en el Señor,
porque en el Señor hay amor inagotable;
su redención sobreabunda.
Él mismo redimirá a Israel
de toda clase de pecado.
Jesús ha muerto. El mundo se ha quedado a oscuras. Y ahora no queda más que enterrarlo…
Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había convertido en discípulo de Jesús. Se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús, y Pilato ordenó que se lo dieran. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en un sepulcro nuevo de su propiedad que había cavado en la roca. Luego hizo rodar una piedra grande a la entrada del sepulcro, y se fue. Allí estaban, sentadas frente al sepulcro, María Magdalena y la otra María.
Mateo 27:57-61 (NVI CST)
Normalmente, José es el protagonista de esta parte de la historia, pero en este caso no puedo apartar los ojos de las mujeres que observan.
En el pasaje de ayer, observaron desde la distancia cómo Jesús luchaba en sus últimos momentos. Fueron testigos. Guardando la distancia. No puedo imaginar lo insoportable que debió ser, especialmente para la madre de Jesús. Ahora han seguido el cuerpo y de nuevo están sentadas y observando. Y esperando.
¿Hay alguna circunstancia en mi vida en la que no queda más remedio que observar y esperar? En la tranquilidad, me tomo un tiempo para hablar con Dios sobre ello.
Dios: aquí estoy. Sentada. Observando. Esperando.
Dios: acércate a los corazones rotos, consuela a los que lloran y provee a los afligidos. Ahora pienso en alguien que conozco. Consuela a los inconsolables, a los que se sientan, miran y esperan.
Al volver al pasaje, abro mis oídos para escuchar tu Palabra, y mi corazón para rendirme a tu voluntad una vez más…
Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había convertido en discípulo de Jesús. Se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús, y Pilato ordenó que se lo dieran. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en un sepulcro nuevo de su propiedad que había cavado en la roca. Luego hizo rodar una piedra grande a la entrada del sepulcro, y se fue. Allí estaban, sentadas frente al sepulcro, María Magdalena y la otra María.
Mateo 27:57-61 (NVI CST)
Me pregunto en qué estarían pensando las mujeres. ¿Estarían atormentadas por los recuerdos del terror y la brutalidad de los últimos días? ¿Recordaban con tristeza y alegría los preciosos momentos que habían compartido con Jesús? ¿O estaban esperando a ver si Él hacía lo que había dicho y resucitaba de entre los muertos?
Hoy me uno a la oración del cantautor Jason Upton, escogiendo esperar con expectativa y con esperanza…
Te esperaré, Jesús
I Will Wait, Jason Upton.
Eres el sol en mi horizonte
Toda mi esperanza está en ti, Jesús
Y ahora puedo verte surgir*
Y ahora, mientras me preparo para llevar este tiempo de oración al día que tengo por delante, el Señor, que me ama, dice en el Salmo 27:
Pero de una cosa estoy seguro:
Salmo 27:13-14 (NVI CST)
he de ver la bondad del Señor
en esta tierra de los vivos.
Pon tu esperanza en el Señor;
ten valor, cobra ánimo;
¡pon tu esperanza en el Señor!
Padre, ayúdame a vivir este día al máximo, siendo auténtica contigo en todo.
Jesús, ayúdame a darme a los demás, siendo amable con toda la gente con la que me encuentre.
Espíritu, ayúdame a amar a la gente que se encuentra perdida, proclamando a Cristo en todo lo que digo y hago.
Amén.
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