Oración 24-7
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Parte 43 de 46
Hoy es jueves, 14 de abril, y esta semana estamos a los pies de la cruz, siendo testigos de la crucifixión de Jesús.
Ahora, al iniciar mi tiempo de oración, hago una pausa para estar quieta; para respirar lentamente, para re-centrar mis sentidos, que se encuentran dispersos, delante de la presencia de Dios.
Jesús, Tú eres el camino, la verdad y la vida. A través de esta época de Cuaresma, mientras medito en tu Santa Pasión, que mi amor sea reavivado, para que pueda vivir sacrificada y enteramente para Ti.
Hoy escojo regocijarme en el poder de Dios, uniéndome a la alabanza ancestral de todo el pueblo de Dios en las palabras del Salmo 22…
Sin embargo, tú eres santo;
Salmo 22:3-5 (NTV)
estás entronizado en las alabanzas de Israel.
Nuestros antepasados confiaron en ti,
y los rescataste.
Clamaron a ti, y los salvaste;
confiaron en ti y nunca fueron avergonzados.
Jesús sufre abuso físico a manos de los soldados. Sufre el abuso emocional de las burlas de los burlones. Pero el peor trauma está por llegar…
Desde el mediodía y hasta la media tarde toda la tierra quedó en oscuridad. Como a las tres de la tarde, Jesús gritó con fuerza:
Mateo 27:45-49 (NVI CST)
―Elí, Elí, ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”).
Cuando le oyeron, algunos de los que estaban allí dijeron:
―Está llamando a Elías.
Al instante, uno de ellos corrió en busca de una esponja. La empapó en vinagre, la puso en una caña y se la ofreció a Jesús para que bebiera. Los demás decían:
―Déjale, a ver si viene Elías a salvarle.
Desamparado. En ese momento, retenido entre la tierra y el cielo por nuestro pecado y por Su amor, Jesús se siente abandonado. Jesús, que vivía en constante unión con su Padre, afirmando con confianza: “Yo y el Padre somos uno” (Juan 10:30), está colgado en la cruz, solo.
¿Alguna vez me he sentido sola, especialmente en momentos de sufrimiento personal?
Jesús: te entrego mi vacío, mi soledad, mi desolación. Levanto mi lamento y me hago eco de tu grito: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
Dios: te pido por los desamparados. Por las viudas y los viudos. Por los que han perdido hijos por enfermedad, accidente o suicidio. Por los que tienen relaciones rotas. En silencio, oro específicamente por alguien que conozco y que se siente abandonado.
Al volver al pasaje, abro mis oídos para escuchar tu Palabra, y mi corazón para rendirme a tu voluntad una vez más…
Desde el mediodía y hasta la media tarde toda la tierra quedó en oscuridad. Como a las tres de la tarde, Jesús gritó con fuerza:
Mateo 27:45-49 (NVI CST)
―Elí, Elí, ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”).
Cuando le oyeron, algunos de los que estaban allí dijeron:
―Está llamando a Elías.
Al instante, uno de ellos corrió en busca de una esponja. La empapó en vinagre, la puso en una caña y se la ofreció a Jesús para que bebiera. Los demás decían:
―Déjale, a ver si viene Elías a salvarle.
Es interesante observar los diferentes tipos de personas que aparecen en esta historia: los que “intentan resolverlo”, los que ayudan y los observadores desapasionados. Cuando se trata del sufrimiento de otras personas, ¿cuál soy yo?
Jesús: Tú te unes a mí en mi sufrimiento. Dame el valor de unirme a otros en el suyo.
Y ahora, mientras me preparo para llevar este tiempo de oración al día que tengo por delante, el Señor, que me ama, dice en Isaías 62:
Ya no te llamarán «Abandonada»,
Éxodo 33:19 (NVI CST)
ni a tu tierra la llamarán «Desolada»,
sino que serás llamada «Mi deleite»;
tu tierra se llamará «Mi esposa»;
porque el Señor se deleitará en ti,
y tu tierra tendrá esposo.
Padre, ayúdame a vivir este día al máximo, siendo auténtica contigo en todo.
Jesús, ayúdame a darme a los demás, siendo amable con toda la gente con la que me encuentre.
Espíritu, ayúdame a amar a la gente que se encuentra perdida, proclamando a Cristo en todo lo que digo y hago.
Amén.
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