Oración 24-7
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Parte 24 de 46
Hoy es sábado, 26 de marzo y esta semana estamos explorando los acontecimientos que tuvieron lugar cuando arrestaron a Jesús.
Ahora, al iniciar mi tiempo de oración, hago una pausa para estar quieta; para respirar lentamente, para re-centrar mis sentidos, que se encuentran dispersos, delante de la presencia de Dios.
Jesús, Tú eres el camino, la verdad y la vida. A través de esta época de Cuaresma, mientras medito en tu Santa Pasión, que mi amor sea reavivado, para que pueda vivir sacrificada y enteramente para Ti.
Hoy escojo regocijarme en el silencio elocuente del universo, uniéndome a la alabanza ancestral de todo el pueblo de Dios en las palabras del Salmo 19…
Los cielos proclaman la gloria de Dios
Salmo 19:1-4 (NTV)
y el firmamento despliega la destreza de sus manos.
Día tras día no cesan de hablar;
noche tras noche lo dan a conocer.
Hablan sin sonidos ni palabras;
su voz jamás se oye.
Sin embargo, su mensaje se ha difundido por toda la tierra
y sus palabras, por todo el mundo.
El consejo gobernante judío estaba decidido a declarar culpable a Jesús. Hoy reflexiono sobre lo que ocurrió cuando los que debían defender la ley perdieron toda preocupación por la verdad…
Los jefes de los sacerdotes y el Consejo en pleno buscaban alguna prueba falsa contra Jesús para poder condenarle a muerte. Pero no la encontraron, a pesar de que se presentaron muchos falsos testigos.
Mateo 26:59-63a (NVI CST)
Por fin se presentaron dos, que declararon:
―Este hombre dijo: “Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”.
Poniéndose en pie, el sumo sacerdote le dijo a Jesús:
―¿No vas a responder? ¿Qué significan estas denuncias en tu contra?
Pero Jesús se quedó callado.
Cuando Jesús expulsó a los cambistas del templo, el Evangelio de Juan dice que, cuando le pidieron una señal para demostrar su autoridad para hacerlo, Jesús respondió: ‘Destruid este templo y yo lo levantaré de nuevo en tres días’. (Juan 2:19).
Ahora sus palabras se han tergiversado en su contra.
Señor: te pido que protejas las palabras que escucho y digo. Que siempre hable con verdad y bondad. Y que escuche a los demás con claridad, sin llegar a conclusiones precipitadas, de juicio o falsas.
Pienso en alguien que conozco y que destaca en las redes sociales; tal vez alguien con una plataforma pública importante.
Señor, que escriban con claridad y, en la medida de lo posible, que sus buenas intenciones no sean malinterpretadas. Cuando lo sean, que sepan responder con sabiduría.
Al volver al pasaje escucho para encontrar una palabra o frase en particular que el Espíritu Santo me esté resaltando…
Los jefes de los sacerdotes y el Consejo en pleno buscaban alguna prueba falsa contra Jesús para poder condenarle a muerte. Pero no la encontraron, a pesar de que se presentaron muchos falsos testigos.
Mateo 26:59-63a (NVI CST)
Por fin se presentaron dos, que declararon:
―Este hombre dijo: “Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”.
Poniéndose en pie, el sumo sacerdote le dijo a Jesús:
―¿No vas a responder? ¿Qué significan estas denuncias en tu contra?
Pero Jesús se quedó callado.
La frase que me llama la atención de este pasaje es: ‘Jesús se quedó callado’.
Sin duda, Jesús debió de desear explicarse; corregir el malentendido; exponer su caso. Pero no: ‘Él fue como cordero llevado al matadero; como oveja enmudeció ante su trasquilador; y ni siquiera abrió su boca’. (Isaías 53:7).
Señor: vengo a ti en la quietud de mi corazón, pronunciando las palabras del himno “Tal como soy, sin más decir, que a otro yo no puedo ir, y Tú me invitas a venir, bendito Cristo, vengo a Ti’.*
Y ahora, mientras me preparo para llevar este tiempo de oración al día que tengo por delante, el Señor, que me ama, dice en el Salmo 23:
El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes pastos me hace descansar. Junto a tranquilas aguas me conduce.
Salmo 23:1-2 (NVI CST)
Padre, ayúdame a vivir este día al máximo, siendo auténtica contigo en todo.
Jesús, ayúdame a darme a los demás, siendo amable con toda la gente con la que me encuentre.
Espíritu, ayúdame a amar a la gente que se encuentra perdida, proclamando a Cristo en todo lo que digo y hago.
Amén.
*Charlotte Elliot (1789-1871), “Tal como soy”
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