Oración 24-7
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Parte 2 de 46
Hoy es viernes, 4 de marzo, y esta semana nos embarcamos en nuestra serie para La Cuaresma sobre el viaje de Jesús hacia la cruz, capturado en el evangelio de Mateo.
Ahora, al iniciar mi tiempo de oración, hago una pausa para estar quieto; para respirar lentamente, para re-centrar mis sentidos, que se encuentran dispersos, delante de la presencia de Dios.
Jesús, Tú eres el camino, la verdad y la vida. A través de esta época de Cuaresma, mientras medito en tu Santa Pasión, que mi amor sea reavivado, para que pueda vivir sacrificada y enteramente para Ti.
Hoy escojo regocijarme en el gobierno y el reinado de Dios, uniéndome a la alabanza ancestral de todo el pueblo de Dios en las palabras del Salmo 93…
¡El Señor es rey! Se viste de majestad.
Salmo 93:1-2 (NTV)
Ciertamente el Señor se viste de majestad y está armado con fuerza.
El mundo permanece firme
y no puede ser sacudido.
Tu trono, oh Señor, permanece desde tiempos inmemoriales;
tú mismo existes desde el pasado eterno.
Hoy medito en la ambición de una madre para sus hijos…
Entonces la madre de Jacobo y de Juan, junto con ellos, se acercó a Jesús y, arrodillándose, le pidió un favor.
Mateo 20:20-23 (NVI CST)
―¿Qué quieres? —le preguntó Jesús.
―Ordena que en tu reino uno de estos dos hijos míos se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda.
―No sabéis lo que estáis pidiendo —les replicó Jesús—. ¿Podéis acaso beber el trago amargo de la copa que yo voy a beber?
―Sí, podemos.
―Ciertamente beberéis de mi copa —les dijo Jesús—, pero el sentaros a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde concederlo. Eso ya lo ha decidido mi Padre.
Esta madre no tiene ni idea de lo que está pidiendo. Jesús no entrará en su reino reclamando un trono terrenal en un lujoso palacio. En lugar de eso, Jesús será proclamado Rey cuando extienda sus brazos para abrazar al mundo desde la cruz (Mateo 27:37).
Aunque la petición de esta madre no es correcta, Jesús la escucha y la toma en serio. Si tuviera la oportunidad de arrodillarme ante Jesús y pedirle una cosa, ¿cuál sería?
Oro por alguien que conozco y que se siente presionado por tener que cumplir con las ambiciones que sus padres tienen para su vida.
Jesús, que se les quite el peso de la expectativa; que conozcan el amor incondicional y la aprobación de su Padre en el cielo.
Al volver al pasaje, escojo tomar el lugar de Jacobo y Juan, los discípulos de Jesús y los hijos de Zebedeo. Me imagino arrodillándome delante de Jesús, escuchando sus palabras dirigidas a mí…
Entonces la madre de Jacobo y de Juan, junto con ellos, se acercó a Jesús y, arrodillándose, le pidió un favor.
Mateo 20:20-23 (NVI CST)
―¿Qué quieres? —le preguntó Jesús.
―Ordena que en tu reino uno de estos dos hijos míos se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda.
―No sabéis lo que estáis pidiendo —les replicó Jesús—. ¿Podéis acaso beber el trago amargo de la copa que yo voy a beber?
―Sí, podemos.
―Ciertamente beberéis de mi copa —les dijo Jesús—, pero el sentaros a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde concederlo. Eso ya lo ha decidido mi Padre.
Cuando los hijos de Zebedeo declararon que podían beber de la misma copa que Jesús, ¿tenían idea de que su copa estaba llena de sufrimiento? Sin embargo, a pesar de su falta de previsión, Jacobo y Juan siguieron. Jacobo fue martirizado (Hechos 12:2) y Juan soportó el exilio – ambos por la causa de Jesús.
Jesús: no sé lo que ocurrirá mañana y mucho menos la semana que viene, el año que viene o la próxima década. Pero hoy, conociéndote y sabiendo lo que has hecho por mí, escojo seguirte hacia lo desconocido.
Y ahora, mientras me preparo para llevar este tiempo de oración al día que tengo por delante, el Señor, que me ama, dice en Mateo:
―Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la encontrará.
Mateo 16:24-25 (NVI CST)
Padre, ayúdame a vivir este día al máximo, siendo auténtico contigo en todo.
Jesús, ayúdame a darme a los demás, siendo amable con toda la gente con la que me encuentre.
Espíritu, ayúdame a amar a la gente que se encuentra perdida, proclamando a Cristo en todo lo que digo y hago.
Amén.
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