Oración 24-7
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Parte 12 de 46
Hoy es lunes, 14 de marzo y esta semana vamos a meditar en los acontecimientos que tuvieron lugar el día anterior a la crucifixión de Jesús, según los narra el evangelio de Mateo.
Ahora, al iniciar mi tiempo de oración, hago una pausa para estar quieto; para respirar lentamente, para re-centrar mis sentidos, que se encuentran dispersos, delante de la presencia de Dios.
Jesús, Tú eres el camino, la verdad y la vida. A través de esta época de Cuaresma, mientras medito en tu Santa Pasión, que mi amor sea reavivado, para que pueda vivir sacrificada y enteramente para Ti.
Hoy escojo regocijarme en el cuidado de Dios, uniéndome a la alabanza ancestral de todo el pueblo de Dios en las palabras del Salmo 55…
En cuanto a mi compañero, él traicionó a sus amigos;
Salmo 55:20-22a (NTV)
no cumplió sus promesas.
Sus palabras son tan suaves como la mantequilla,
pero en su corazón hay guerra.
Sus palabras son tan relajantes como una loción,
¡pero por debajo son dagas!
Entrégale tus cargas al Señor,
y él cuidará de ti;
Habiendo encontrado un lugar para celebrar la comida de la Pascua, Jesús y sus amigos se sentaron juntos alrededor de la mesa y comenzaron a comer. Todo iba bien hasta que Jesús hizo un anuncio inquietante…
Al anochecer, Jesús estaba sentado a la mesa con los doce. Mientras comían, les dijo: ―Os aseguro que uno de vosotros me va a traicionar. Ellos se entristecieron mucho, y uno por uno comenzaron a preguntarle: ―¿Acaso seré yo, Señor? ―El que mete la mano conmigo en el plato es el que me va a traicionar —respondió Jesús—. A la verdad, el Hijo del hombre se irá, tal como está escrito de él, pero ¡ay de aquel que lo traiciona! Más le valdría a ese hombre no haber nacido. ―¿Acaso seré yo, Rabí? —le dijo Judas, el que lo iba a traicionar. ―Tú lo has dicho —le contestó Jesús.
Mateo 26:20-25 (NVI CST)
Me pregunto por qué traicionó Judas a Jesús. ¿Quizás estaba decepcionado porque Jesús no estaba cumpliendo sus expectativas? O tal vez fue simplemente codicia; quería esas treinta piezas de plata. O quizás fue por vergüenza; antes, en el evangelio de Mateo, leemos que Jesús había reprendido a Judas junto con los demás discípulos por despreciar a la mujer que había lavado los pies de Jesús con perfume.
La incómoda verdad es que hay más de Judas en mí de lo que me gustaría admitir.
¿Con quién estoy decepcionado en este momento? ¿Quién siento que me ha defraudado o me ha hecho daño?
Señor Jesús: te pido que me ayudes a soltar estos sentimientos. No quiero que se arraiguen en mi corazón y arruinen la relación. Utilizando las palabras del Salmo de hoy, te doy estas cargas a ti y recibo tu cuidado hacia mí. (Salmo 55:22a)
¿A quién conozco que haya dejado la Iglesia porque está enfadado con Dios; o que haya dejado a Dios porque está enfadado con la Iglesia?
Señor Jesús: te pido que llegues a ellos. Muéstrame si hay alguna manera de que yo también pueda llegar a estas personas.
Al volver al pasaje, abro mis oídos para escuchar tu Palabra, y mi corazón para rendirme a tu voluntad una vez más.
Al anochecer, Jesús estaba sentado a la mesa con los doce. Mientras comían, les dijo: ―Os aseguro que uno de vosotros me va a traicionar. Ellos se entristecieron mucho, y uno por uno comenzaron a preguntarle: ―¿Acaso seré yo, Señor? ―El que mete la mano conmigo en el plato es el que me va a traicionar —respondió Jesús—. A la verdad, el Hijo del hombre se irá, tal como está escrito de él, pero ¡ay de aquel que lo traiciona! Más le valdría a ese hombre no haber nacido. ―¿Acaso seré yo, Rabí? —le dijo Judas, el que lo iba a traicionar. ―Tú lo has dicho —le contestó Jesús.
Mateo 26:20-25 (NVI CST)
Cuando Jesús dijo que uno de ellos le traicionaría, los discípulos no se volvieron todos a mirar a Judas. ¿Y por qué iban a hacerlo? Judas era uno de ellos, un amigo de confianza. Había sido testigo de los milagros de Jesús y había escuchado sus enseñanzas. En ese momento, en lugar de centrarse en Judas, cada uno de los discípulos se preguntó si Jesús estaba hablando de ellos.
Señor Jesús: soy incómodamente consciente de las veces que te he defraudado; en mis acciones, mis palabras y mis pensamientos. Al entregarte hoy mi sentido de la vergüenza, oro las famosas palabras del antiguo comerciante de esclavos, John Newton:
‘Sublime Gracia del Señor
Que a un infeliz salvó
Fui ciego más hoy miro yo>
Perdido y Él me halló’.
Y ahora, mientras me preparo para llevar este tiempo de oración al día que tengo por delante, el Señor, que me ama, dice en Judas que Él es el:
…que puede guardarme para que no caiga y presentarme sin tacha y con gran alegría ante su gloriosa presencia.
Judas 1:24 (NVI CST)
Padre, ayúdame a vivir este día al máximo, siendo auténtico contigo en todo.
Jesús, ayúdame a darme a los demás, siendo amable con toda la gente con la que me encuentre.
Espíritu, ayúdame a amar a la gente que se encuentra perdida, proclamando a Cristo en todo lo que digo y hago.
Amén.
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