Oración 24-7
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Parte 10 de 30
Hoy es lunes, 5 de diciembre. A lo largo de esta época de Adviento estamos reflexionando sobre las voces de las muchas personas cuyas experiencias se unen para componer la historia de la Navidad. Esta semana reflexionamos sobre las palabras de algunos de los hombres cuyas vidas se vieron envueltas en el nacimiento del Mesías.
Ahora, al iniciar mi tiempo de oración, hago una pausa para estar quieto; para respirar lentamente, para re-centrar mis sentidos, que se encuentran dispersos, delante de la presencia de Dios.
Señor, en esta época de tanto ajetreo, por favor, ayúdame a estar quieto. Abro mis oídos ahora para escuchar cosas increíbles sobre ti, preparando mi corazón calladamente para el milagro de tu venida en Navidad.
Hoy escojo regocijarme en el cuidado de Dios hacia mi vida, uniéndome a la alabanza ancestral de todo el pueblo de Dios en palabras del Salmo 31…
Me gozaré y me alegraré en tu amor inagotable,
Salmo 31:7-8 (NTV)
porque has visto mis dificultades
y te preocupas por la angustia de mi alma.
No me entregaste a mis enemigos,
sino que me pusiste en un lugar seguro.
Hoy reflexiono sobre un hombre que había perdido la voz. Zacarías era un sacerdote. A pesar de que él y su mujer eran ya muy ancianos, un ángel le había dicho que tendrían un hijo que se llamaría Juan. Pero como Zacarías dudaba de sus palabras, el ángel había dejado a Zacarías sin poder hablar…
A los ocho días llevaron a circuncidar al niño. Como querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, su madre se opuso.
Lucas 1:59-64 (NVICST)
―¡No! —dijo ella—. Tiene que llamarse Juan. ―Pero si nadie en tu familia tiene ese nombre —le dijeron.
Entonces le hicieron señas a su padre, para saber qué nombre quería ponerle al niño. Él pidió una tablilla, en la que escribió: «Su nombre es Juan». Y todos quedaron asombrados. Al instante se le desató la lengua, recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.
La incredulidad de Zacarías le había hecho perder la voz. ¿Qué me impide hablar de Dios? Como Zacarías, ¿tengo dudas sobre el poder o la promesa de Dios? ¿O preguntas a las que no encuentro respuesta? Tal vez me preocupa cómo responderá la gente si me atrevo a compartir mi fe.
Señor Jesús, te traigo ahora mis dudas e inseguridades. Guíame hacia una confianza más profunda en ti. Que pueda ver el cumplimiento de tus promesas como lo hizo Zacarías.
Zacarías era un hombre mayor, y aunque tenía familia y comunidad, me llama la atención el hecho de que la soledad y el aislamiento pueden ser un problema creciente para muchas personas mayores hoy en día. Muchos se sienten sin voz e ignorados.
Señor, te pido por las personas mayores de mi comunidad. Que tu iglesia sea un lugar de amistad y apoyo entre generaciones, donde la voz de los ancianos sea atesorada.
Al volver al pasaje, abro mis oídos para escuchar tu Palabra, y mi corazón para rendirme a tu voluntad una vez más.
A los ocho días llevaron a circuncidar al niño. Como querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, su madre se opuso.
Lucas 1:59-64 (NVICST)
―¡No! —dijo ella—. Tiene que llamarse Juan. ―Pero si nadie en tu familia tiene ese nombre —le dijeron.
Entonces le hicieron señas a su padre, para saber qué nombre quería ponerle al niño. Él pidió una tablilla, en la que escribió: «Su nombre es Juan». Y todos quedaron asombrados. Al instante se le desató la lengua, recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.
Cuando nació Juan, la tradición exigía que el bebé llevara el nombre de un miembro de la familia. Sin embargo, sólo cuando Zacarías se atreve a desafiar las expectativas de los demás para obedecer a Dios, vuelve su voz. ¿Hay algo que Dios me pide que haga y que he estado evitando porque puede ir en contra de las expectativas de quienes me rodean?
Señor, en lugar de preocuparme por lo que los demás pensarán de mí, hoy elijo obedecerte. Dame valor para levantar mi voz y arriesgarme por ti.
Y ahora, mientras me preparo para llevar este tiempo de oración al día que tengo por delante, el Señor, que me ama dice en Josué:
¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas.
Josué 1:9b (NVICST)
Padre, ayúdame a vivir este día al máximo,
siendo auténtico contigo en todo.
Jesús, ayúdame a darme a los demás,
siendo amable con toda la gente con la que me encuentre.
Espíritu, ayúdame a amar a la gente que se encuentra perdida,
proclamando a Cristo en todo lo que digo y hago.
Amén.
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