Oración 24-7
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Parte 29 de 30
Es Nochebuena. A lo largo de esta semana hemos estado escuchando la voz del cielo que habla de vida y luz en la oscuridad y la muerte de nuestro mundo en esta época tan especial.
Por lo tanto ahora, al iniciar mi tiempo de oración, hago una pausa para estar quieto; para respirar lentamente, para re-centrar mis sentidos, que se encuentran dispersos, delante de la presencia de Dios.
Señor, en esta época de tanto ajetreo, por favor, ayúdame a estar quieto. Abro mis oídos ahora para escuchar cosas increíbles sobre ti, preparando mi corazón calladamente para el milagro de tu venida en Navidad.
Hoy escojo regocijarme en la en la profunda quietud de Dios, uniéndome a la alabanza ancestral de todo el pueblo de Dios en palabras del Salmo 46…
«¡Quedaos quietos y sabed que yo soy Dios!
Salmo 46:10-11 (NTV)
Toda nación me honrará.
Seré honrado en el mundo entero».
El Señor de los Ejércitos Celestiales está entre nosotros;
el Dios de Israel es nuestra fortaleza
En vísperas de Navidad, me tomo este tiempo para recordar el centro de todo, uniéndome a José y a María, embarazada, cuando llegan a Belén:
Por aquellos días Augusto César decretó que se levantara un censo en todo el Imperio romano. (Este primer censo se efectuó cuando Cirenio gobernaba en Siria). Así que iban todos a inscribirse, cada cual a su propio pueblo.
Lucas 2:1-5 (NVICST)
También José, que era descendiente del rey David, subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a Judea. Fue a Belén, la Ciudad de David, para inscribirse junto con María su esposa. Ella se encontraba encinta.
María debía de estar agotada. José, sin duda, estaba muy estresado. Y, sin embargo, las mismas cosas que parecían ir tan mal – el momento del censo, el viaje embarazada de nueve meses, la falta de un lugar donde quedarse – eran las mismas cosas que serían celebradas por las generaciones venideras. Aquí, en su momento de abatimiento y desesperación, se encuentran en la cúspide del mayor milagro de todos los tiempos.
En esta Nochebuena enmarcaremos nuestras oraciones en torno a tres villancicos que se cantan hoy en todo el mundo: “Oh, pequeña ciudad de Belén”, “Escuchad el canto de los ángeles heraldos” y “Noche de paz”.
Me encanta ese verso de “Oh, pequeña ciudad de Belén” que describe cómo “las esperanzas y los temores de todos los años se encuentran en ti esta noche”.* Y por eso me detengo ahora ante ti, Señor, para nombrar mis esperanzas y temores para las fiestas que se avecinan.
Y ahora enfoco mis oraciones en esa línea del gran himno de Charles Wesley “Escuchad el canto de los ángeles heraldos” – “Paz en la tierra, y misericordia, Dios y pecadores reconciliados!”** ¿A quién conozco que necesita desesperadamente reconciliarse con el Señor esta Navidad? Ahora oro por ellos.
Al volver al pasaje, abro mis oídos para escuchar tu Palabra, y mi corazón para rendirme a tu voluntad una vez más.
Por aquellos días Augusto César decretó que se levantara un censo en todo el Imperio romano. (Este primer censo se efectuó cuando Cirenio gobernaba en Siria). Así que iban todos a inscribirse, cada cual a su propio pueblo.
Lucas 2:1-5 (NVICST)
También José, que era descendiente del rey David, subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a Judea. Fue a Belén, la Ciudad de David, para inscribirse junto con María su esposa. Ella se encontraba encinta.
Me acuerdo de la peregrinación de María y José, sobre todo en un día como hoy, en el que tantos millones de personas emprenden arduos viajes por Navidad. Soy consciente de la soledad y el desarraigo que debieron sentir María y José. Por eso oro por los que estarán solos o se sentirán desplazados esta Navidad, lejos de casa, literalmente, o dentro de su propio corazón.
Me entrego hoy al Señor Jesucristo, con las palabras de uno de los villancicos más queridos de todos los tiempos:
Noche de paz, noche de amor
Joseph Mohr
todo duerme en derredor
entre los astros que esparcen su luz
bella anunciando al niño Jesús
brilla la estrella de paz
brilla la estrella de paz.***
Y ahora, mientras me preparo para llevar este tiempo de oración al día de nochebuena, el Señor, que me ama dice en Juan:
»No dejéis que el corazón se os llene de angustia; confiad en Dios y confiad también en mí. En el hogar de mi Padre, hay lugar más que suficiente. Si no fuera así, ¿acaso os habría dicho que voy a prepararos un lugar? Cuando todo esté listo, volveré para llevaros, para que siempre estéis conmigo donde yo estoy.
Juan 14:1-3 (NTV)
Padre, ayúdame a vivir este día al máximo,
siendo auténtico contigo en todo.
Jesús, ayúdame a darme a los demás,
siendo amable con toda la gente con la que me encuentre.
Espíritu, ayúdame a amar a la gente que se encuentra perdida,
proclamando a Cristo en todo lo que digo y hago.
Amén.
*https://hymnary.org/text/o_little_town_of_bethlehem
**https://hymnary.org/text/hark_the_herald_angels_sing_glory_to
***https://hymnary.org/text/silent_night_holy_night_all_is_calm_all
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